sábado, 26 de noviembre de 2011

Sobre quejas y críticas

Hace tiempo, una amiga publicaba un interesante artículo, en el que expresaba su opinión sobre las quejas y las críticas, y en el que ponía de manifiesto -al menos lo intentaba- las diferencias entre una y otra.
Lamento, sin embargo, comunicaros que se equivocó a la hora de definir. Según ella, una crítica es (cito textualmente): ''... disposición destructiva, dejando a un lado toda objetividad y en base a sentimientos como la envidia y el rencor o los prejuicios... ''
¿Perdón? ¿Disposición destructiva? ¿Una crítica? Será que jamás ha oido la expresión 'crítica constructiva'. En el caso contrario, no me explico semejante metedura de pata por su parte.
Por otro lado, y siempre según ella, una queja es ''...una iniciativa constructiva, que invita a la reflexión y a la corrección de equívocos''
Por favor, no nos equivoquemos, una queja lo único que pretende es poner de manifiesto los fallos de otra persona o institución, normalmente rival, para dejarlos en evidencia ante el público.
Y si, después de todo esto, querida amiga, sigues sin estar de acuerdo, a la RAE me remito:

-crítico, ca.
(Del lat. critĭcus, y este del gr. κριτικός).
f. Conjunto de los juicios públicos sobre una obra, un concierto, un espectáculo, etc.

-queja.
1. f. Expresión de dolor, pena o sentimiento.
2. f. Resentimiento, desazón.

Es decir, la propia RAE admite que la queja es formulada de forma subjetiva (oséase, desde el resentimiento y la desazón), mientras que la crítica es un juicio, que puede ser tanto objetivo como subjetivo.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Historia de España, o cómo triunfó la mediocridad

Mientras me siento a escribir aquí, el colmillo me está goteando veneno, así que me dispongo a darle a la tecla con la esperanza de que alguien lea, y comprenda, la denuncia sorda que hago contra esta perra España.

El otro día, por ejemplo. Estaba yo en cada de un amigo, cuando recibimos un correo electrónico (sí, eso que las supermodernas y anglófilas empresas se empeñan en llamar 'e-mail'), en el que se narraba una variante española de la historia de la hormiga y la cigarra, la cual cuento a continuación:
En España, la hormiga trabaja en verano para tener qué comer durante el invierno, mientras la cigarra vive la vida. Cuando llega el invierno, la hormiga vive del fruto de su trabajo, pero la cigarra, que no tiene nada, convoca una rueda de prensa para preguntar por qué ella no tiene cominda, y la hormiga sí. Rápidamente, se crean organizaciones y plataformas de defensa del colectivo discriminado de las cigarras, hay manifestaciones en la puerta de la casa de la hormiga, y esta última, debido a la presión social y a los medios de comunicación, tiene que emigrar al extranjero. Ahora, la antigua casa de la hormiga será la sede de la PDC (Plataforma de Defensa de las Cigarras), y servirá como casa de acogida para las cigarras desfavorecidas. Por cierto, y para terminar, la hormiga murió en Suiza, a causa de una sobredosis.

Después de leer el mesaje, te quedas pensando. A qué extremos estamos llegando, murmuras primero entre dientes. A qué jodidos extremos estamos llegando, repites en voz alta después.
Porque hoy en día se puede dudar de muchas cosas, pero no de que ese correo (maldito correo, piensas ahora, que te ha abierto los ojos) tiene miles de hermanos en la vida real. Es como si alguien te estuviera contando, en forma de fábula, la mediocre y triste historia de España en el último siglo.

Así es España, país en el que el 90% de la gente se beneficia del trabajo y sacrificio del 10% restante, en el que el 90% de los trabajadores no ascienden por métiros propios, sino por enchufismo o por el tamaño de sus tetas (véase el reciente fichaje de Pilar Rubio y Sara Carbonero por Telecinco... Es curioso, estoy seguro de que hay mejores periodistas y presentadoras que ellas a puñados, ¿por qué las habrán fichado entonces? Que alguien me lo explique) Cada vez que salgo a la calle, y veo que aquí prima más que seas rubia o morena, o que seas el hijo del senador Mengano, a la hora de encontrar un trabajo, que tu propia valía personal, me avergüenzo de pertenecer a esta perra España.
La pregunta es la siguiente: ¿Qué ocurrirá cuando ese 10% se niegue a seguir sacando las castañas del fuego a los demás?
No quiero ni pensar lo que ocurriría, pero, para terminar, quiero mandar un mensaje a ese 90% que vive de la mediocridad y se aprovecha del trabajo ajeno.
Quiero deciros que no me cojeréis vivo, hijos de puta. Antes que trabajar para vosotros, me exiliaré en Francia o Alemania. O me pego un tiro. Hijos de la gran puta.






PD: Dios, ni me acordaba de este texto ya... Aún así, creo que es más actual que nunca, así que lo he desempolvado un poco, y aquí lo tenéis.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Comenzamos

En realidad, nunca he sabido por qué escribo. Soy consciente de que nadie, o casi nadie, me lee. Eso no me importa, quienes me importan lo hacen, y me comprenden. También sé que lo que escribo tiene nulo valor literario. Nadie pagaría por verlo. No es mi objetivo que lo hagan, así que escribo igual.

Tengo la sospecha de que es una especie de válvula de escape. Quienes vivimos en esta broma llamada España, no tenemos muchas de esas. Así que supongo que cada uno se busque la vida como pueda. Yo escribo, otro corre, aquél de allí, va al bar. Todo igual de respetable, por supuesto. Todo igual de necesario.

Pero además, en mi caso, cumple una función aparte. Durante unos minutos me pone en contacto, aunque sea de manera unilateral, con otra gente que comparte mis ideas, mis opiniones, mi forma de ver y entender la vida.
Algunas de esas personas siguen aquí, a mi lado, otras... Qué cojones, todas estan a mi lado, todas me hacen compañía cuando me pierdo en el marasmo de mierda en el que vivimos. Quien me hace compañía aún estando a cuatrocientos kilómetros tiene, por supuesto, un valor añadido, un plus, que te hace pensar: -Ole. Aún con sus problemas, ahí sigue. Aquí seguimos todos, peleados contra el mundo, aguantando estoicos los golpes, cerrando filas sin saber muy bien en torno a qué, viendo cada día compañeros de armas que se pasaron de bando, sin siquiera poder reconocer en ese que fue tu gran amigo, al hombre mediocre y embrutecido que se avergüenza de haber formado parte del tuyo.

Pero nosotros aún aguantamos. La fiel infantería.